«ROSENCRANTZ: ¿Qué habéis hecho, milord, del cuerpo muerto?
HAMLET: Mezclarlo con el polvo, con el que estaba emparentado.
ROSENCRANTZ: Decidnos dónde está para que lo llevemos desde allá a la capilla.
HAMLET: No lo creáis.
ROSENCRANTZ: ¿Creer qué?
HAMLET: Que pueda seguir vuestro consejo y no el mío. Además. si le hace preguntas una esponja, ¿qué respuesta puede dar el hijo de un rey?
ROSENCRANTZ: ¿Me tomáis por una esponja, milord?
HAMLET: Sí, señor, que chupa la autoridad del rey, sus recompensas, sus atribuciones. Pero esos subalternos dan al rey el mejor servicio al final. Los guarda, como un mono, en el rincón de su quijada: lo primero que mastica y lo último que traga; cuando necesita lo que habéis recogido, solo tiene que exprimiros, y vosotros, esponjas, quedáis otra vez secos.
ROSENCRANTZ: No os entiendo, milord.
HAMLET: Me alegro de ello: los discursos canallas duermen en los oídos necios.
ROSENCRANTZ: Milord, tenéis que decirnos dónde está el cuerpo, y acompañarnos ante el rey.
HAMLET: El cuerpo está con el rey, pero el rey no está con el cuerpo. El rey es una cosa…
ROSENCRANTZ: ¿Una cosa, milord?
HAMLET: De nada. Llevadme con él. Escóndete, zorro, y todos tras él.»
Nº de páginas: 360
Editorial: PENGUIN CLÁSICOS
Traducción: TOMÁS SEGOVIA
Idioma: CASTELLANO