«El día del funeral de Lyle Parsons, tía Ruth había vaticinado que tendría la misma cara hasta que muriera. «Ahora sí que se te ha puesto cara de Boatwright. Ahora sí», le dijo. Habían pasado muchos años y la profecía se había cumplido. La edad y el agotamiento le habían trazado algunas arrugas bajo los ojos y la boca, le habían estrechado la barbilla y habían hecho más profundas las hendiduras que enmarcaban la nariz, pero todavía se vislumbraba la belleza de la muchacha que fue. Ahora, sin embargo, aquel rostro era completamente nuevo. Parecía que los huesos se hubieran reconfigurado, la piel había cedido, los surcos se habían transformado en hondas zanjas, y las sombras se habían oscurecido hasta ser trazos de noche negra.
Respiré con dificultad, como si la mirase desde el fondo de una piscina. Atravesó el porche con semblante severo; la boca era una línea tensa. Los músculos del cuello destacaban como en relieve. Me enderecé. Ella se acercó a la mecedora. Notaba la cara más rígida que si fuera de escayola. La música seguía sonando. Dios no nos había creado así, pensé. Nos hemos echado a perder nosotras.»
Nº de páginas: 456
Editorial: ERRATA NATURAE
Traducción: REGINA LÓPEZ MUÑOZ
Idioma: CASTELLANO