«El joven guardián, con el dedo encajado en el cinturón Sam Browne, en el que estaba enganchada una pistolera que contenía un revólver, estaba plantado frente al almacén de conductos de chamota, observando cómo las reclusas descargaban aquellas piezas. Junto a él se recobraba un sargatillo que cada primavera despedazaban manos humanas en busca de amentos. El guardián observó el montón de chatarra de guerra: pilas de camas de hospital calcinadas, máquinas de rayos X desparramadas, cardiógrafos y otros gráficos. Contempló una pila de máquinas de escribir, inútiles tras los ataques aéreos. Al parecer, a alguna fábrica le había caído una buena. Las teclas estaban expuestas al sol como los dientes en la boca de un cadáver y, entre aquellas letras revueltas, aquí y allá, había gotas de vidrio verdoso, porque durante los ataques aéreos se fundieron los cristales de las ventanas y ardió todo, el pavimento y el aire. Y sobre las máquinas de escribir, en lo alto, una camita infantil, y en su cabecero una cromotipia, y en la cromotipia una grácil muchachita caminaba por un puente sobre un precipicio, y la criatura llevaba un vestido blanco, y detrás de la niña se alzaba un ángel de la guarda, que también era blanco, sus manos casi rozando la espalda de la chica, con enormes alas como dos novias…»
Nº de páginas: 160
Editorial: NÓRDICA LIBROS
Traducción: PATRICIA GONZALO DE JESÚS
Idioma: CASTELLANO