Cosas que leo #106:

    Gente normal, Sally Rooney

    «Marianne abre la puerta cuando Connell llama al timbre. Va todavía con el uniforme del instituto, pero se ha quitado el suéter, así que lleva solo la blusa y la falda, sin zapatos, solo las medias.
    Ah, hola, dice él.
    Pasa.
    Marianne da la vuelta y echa a andar por el pasillo. Él cierra la puerta y la sigue. Bajan los escalones que dan a la cocina; la madre de Connell, Lorraine, se está quitando un par de guantes de goma. Marianne se sienta de un brinco en la encimera y coge un tarro abierto de crema de cacao, en el que había dejado clavada una cucharilla.
    Marianne me estaba contando que hoy os han dado los resultados de los exámenes de prueba, dice Lorraine.
    Nos han dado los de lengua, dice él. Vienen por separado. ¿Quieres ir tirando?
    Lorraine dobla los guantes de goma con cuidado y los vuelve a guardar debajo del fregadero. Luego comienza a quitarse horquillas del pelo. A Connell le parece que eso es algo que podría hacer en el coche.
    Y me han dicho que te ha ido muy bien, dice Lorraine.
    El primero de la clase, apunta Marianne.
    Sí, dice Connell. A Marianne también le ha ido bastante bien. ¿Nos vamos ya?
    Lorraine hace un alto en el desanudado del delantal.
    No sabía yo que tuviéramos prisa.»

    Nº de páginas: 256

    Editorial: DEBOLSILLO

    Traducción: INGA PELLISA

    Idioma: CASTELLANO


    Cosas que leo #16:

    Stop-Time, Frank Conroy

    «Por una vez me alegró estar tan flaco. Primero metí los brazos y luego la cabeza, de lado, pero tuve que sacarla enseguida porque me di cuenta de que así no iba a conseguir entrar. Respiré hondo varias veces y después pasé la cabeza y luego traté de encajar los hombros, primero uno y luego el otro. Me eché a reír cuando vi que de esa forma sí que podía colarme, y sentí que había hecho un descubrimiento esencial sobre mis movimientos corporales al notar el cambio repentino de sensaciones desde el impulso que logró introducir la parte delantera de mi cuerpo hasta el tirón que intentaba meter la de atrás. Ahora tenía los brazos libres y me había quedado colgado por la cintura, cabeza abajo, dentro de la habitación. Mis piernas, al otro lado de la puerta, se elevaron desde el respaldo de la silla. Sin dejar de reírme, retorcí el resto del cuerpo hasta que logré colarme del todo y caí de cabeza al suelo. Casi no noté el dolor. (No fue mucho peor que,  quince años más tarde, el mordisco de una mujer en el brazo.) Fui pavoneándome hasta el armario, abría la puerta y sonreí al ver el dinero. Cogí setenta centavos seleccionando muy bien las monedas, cerré el armario y el montante, salí por la puerta y me fui al cine…»

    Nº de páginas: 424

    Editorial: LIBROS DEL ASTEROIDE

    Idioma: CASTELLANO

    Traductor: Eduardo Jordá

    Prólogo: Rodrigo Fresán