«Mueren fatal los escritores, porque son los que más han pensado en la muerte, porque la escritura es una forma de supervivencia del escritor, pero esa supervivencia convierte al escritor difunto en un ser fantasmal, digno de pena. Por eso, cuando pienso en el suicidio de Juan Benet y en las célebres infidelidades del novelista, pregonadas por todas partes, en especial su idilio con la escritora y editora Rosa Regàs, siento un punto de compasión, no puedo evitarlo, que involucra a los hijos de Juan Benet. Debería hablar solo de la gran literatura que Benet nos legó, unas novelas casi imposibles de leer hoy por su prosa recargada, barroca, extravagante, en la que no hay aliento humano sin exhibición de una inteligencia fría y en el fondo anecdótica. Se dedicó a escribir novelas de elevado arte y de subterránea humanidad, en un trabajo literario que compartió con su profesión de ingeniero. Tanto trabajo le impidió estar más en la vida normal, en la vida vulgar pero a la vez maravillosa de cualquier hombre o mujer de su tiempo: salir a pasear, cenar, hacer deporte, ir a la playa, no hacer nada.
No hacer nada.
Los escritores, sin embargo, siempre están escribiendo, no saben no hacer nada. No saben estar de vacaciones. Después del suicidio de su mujer, imagino que Juan Benet siguió adelante con su vida. Tal vez el primer año fuera muy duro, pero luego debió de volver a una cierta normalidad. Sin embargo, no se convertiría en octogenario, que es la edad en que los escritores reciben los frutos de su cosecha: premios nacionales o el Premio Cervantes…«
Nº de páginas: 592
Editorial: DESTINO
Idioma: CASTELLANO