Cosas que leo #102:

    Madre de corazón atómico, Agustín Fernández Mallo

    «… llegué al capítulo en el que Monk describe una anécdota en la que, tal como yo la entendí entonces, son resumidas y entran en colisión dos grandes tendencias del pensamiento del siglo XX: año 1939, Wittgenstein imparte clases de lógica del lenguaje en Cambridge —lo que en su caso equivale a decir que imparte clases acerca de sí mismo—, y entre sus alumnos se encuentra un jovencísimo Alan Turing, quien en pocos años estaría llamado a inventar el concepto de computadora tal como hoy lo entendemos. En un momento dado el alumno interpela al profesor por el uso que éste viene haciendo de la palabra contradicción, y estalla entonces una fuerte discusión. Para Turing, incurrir en una contradicción equivale a que todo lo que hagas a partir de ese momento te llevará por un camino equivocado, extraviado, condenado al error. Por el contrario, Wittgenstein cree que no, que una contradicción jamás puede extraviarte porque una contradicción «no te conduce a parte alguna; una contradicción, sencillamente, te paraliza, te deja inmóvil», de modo que no puede llevarte ni por el camino equivocado ni por el correcto; la contradicción es, simple y llanamente, parálisis. Y es en ese sentido wittgensteniano en el que creo que percibimos la muerte, como una contradicción, un absurdo que ni te deja avanzar ni te permite retroceder, una parálisis a la que resulta imposible acostumbrarse y de la que sólo te escapas haciendo metáforas, alegorías y ficciones. Desde este punto de vista, escribir ficciones y morir son cosas contrapuestas que, sin embargo, en virtud de esa contradicción se hallan íntimamente ligadas. Quiero decir que allí donde hay una ficción es porque algo ha muerto —sólo podemos narrar aquello que vemos tan lejano que para nosotros está muerto—, y allí donde acontece una muerte con total seguridad tarde o temprano aparecerá una ficción…»

    Nº de páginas: 240

    Editorial: SEIX BARRAL

    Idioma: CASTELLANO


    Cosas que leo #99:

    El mejor libro del mundo, Manuel Vilas

    «Mueren fatal los escritores, porque son los que más han pensado en la muerte, porque la escritura es una forma de supervivencia del escritor, pero esa supervivencia convierte al escritor difunto en un ser fantasmal, digno de pena. Por eso, cuando pienso en el suicidio de Juan Benet y en las célebres infidelidades del novelista, pregonadas por todas partes, en especial su idilio con la escritora y editora Rosa Regàs, siento un punto de compasión, no puedo evitarlo, que involucra a los hijos de Juan Benet. Debería hablar solo de la gran literatura que Benet nos legó, unas novelas casi imposibles de leer hoy por su prosa recargada, barroca, extravagante, en la que no hay aliento humano sin exhibición de una inteligencia fría y en el fondo anecdótica. Se dedicó a escribir novelas de elevado arte y de subterránea humanidad, en un trabajo literario que compartió con su profesión de ingeniero. Tanto trabajo le impidió estar más en la vida normal, en la vida vulgar pero a la vez maravillosa de cualquier hombre o mujer de su tiempo: salir a pasear, cenar, hacer deporte, ir a la playa, no hacer nada.

    No hacer nada.

    Los escritores, sin embargo, siempre están escribiendo, no saben no hacer nada. No saben estar de vacaciones. Después del suicidio de su mujer, imagino que Juan Benet siguió adelante con su vida. Tal vez el primer año fuera muy duro, pero luego debió de volver a una cierta normalidad. Sin embargo, no se convertiría en octogenario, que es la edad en que los escritores reciben los frutos de su cosecha: premios nacionales o el Premio Cervantes…«

    Nº de páginas: 592

    Editorial: DESTINO

    Idioma: CASTELLANO


    Cosas que leo #22:

    El plagio, Daniel Jiménez

    «Y ENTONCES PERDÍ EL control. Empecé a dormir de día y a escribir de noche. El siguiente paso fue desconfiar de la escritura. Me pasaba horas encerrado en la habitación que usábamos de despacho, y que estaba destinada a ser la de nuestro hijo, sentado delante del ordenador sin escribir una palabra. ¿Qué sentido tenía pasarme la madrugada bebiendo agua con gas y fumando un cigarrillo tras otro mientras María y el bebé que crecía en su vientre estaban durmiendo solos en otra habitación? ¿Por qué sigo pensando que escribir me ayudará a vivir mejor si está claro que para vivir mejor lo único que tengo que hacer es dejar de escribir y decirle a mi hermana mediana que me consiga una entrevista con sus jefes?»

    Nº de páginas: 144

    Editorial: PEPITAS DE CALABAZA

    Idioma: CASTELLANO