«No tengo claro qué voy a contar ni cómo voy a hacerlo. No he diseñado ninguna estructura ni he compuesto una cronología. Simplemente escribo buscando explicaciones, pese a que cuando uno escribe suele terminar descubriendo que solo ha conseguido multiplicar las preguntas…»
«Y ENTONCES PERDÍ EL control. Empecé a dormir de día y a escribir de noche. El siguiente paso fue desconfiar de la escritura. Me pasaba horas encerrado en la habitación que usábamos de despacho, y que estaba destinada a ser la de nuestro hijo, sentado delante del ordenador sin escribir una palabra. ¿Qué sentido tenía pasarme la madrugada bebiendo agua con gas y fumando un cigarrillo tras otro mientras María y el bebé que crecía en su vientre estaban durmiendo solos en otra habitación? ¿Por qué sigo pensando que escribir me ayudará a vivir mejor si está claro que para vivir mejor lo único que tengo que hacer es dejar de escribir y decirle a mi hermana mediana que me consiga una entrevista con sus jefes?»