Cosas que leo #56:

Diarios y cuadernos, Patricia Highsmith

«4/2/67

Para el artículo de The Writer.

Acerca de estar bloqueado, a distintas edades, quizá. Mi caso: una quiere a los 46 o así hacer algo mejor de lo que nunca ha hecho. Una no quiere repetirse. Eso conlleva parálisis temporal, con toda suerte de racionalizaciones. Estoy descansando porque lo necesito. Estoy recuperando fuerzas. Sería una tontería disipar energías. El carácter destructivo de las apariciones públicas y las conferencias. Un triste descubrimiento, puesto que como escribir es una forma de comunicación, a los escritores les encanta comunicar: por lo tanto, ¿por qué no abro la mente y el alma en las conferencias? Bueno, la realidad no es siempre tan estimulante como el satisfactorio ensayo a solas en la bañera. Cualquier indicio de timidez es fatal. Y las entrevistas para televisión. ¿Y las entrevistas más fáciles de lado a lado de la mesa de una cafetería con una cerveza o un café? ¿Qué es lo que hurtan? ¿Es que el escritor se destruye cuando habla tan libre, alegre, felizmente; tan dispuesto a ayudar al entrevistador en su tarea seguramente difícil?

No lo sé, pero algo se quiebra, se distorsiona, se daña. ¿Un espejo interior de uno mismo? No lo sé. Solo sé que se tarda semanas en recuperarse, como si se hubiera tenido un accidente de coche, sufrido un shock o una conmoción o roto unas costillas. Dylan Thomas quedó destruido por aquel programa tan pasmosamente arduo de conferencias en sus dos viajes a América. Claro, es mucho más sencillo decir que lo destruyeron el alcohol y el tabaco, pues el alcohol fue la causa física inmediata. Pero era un hombre que se sentía incómodo entre mucha gente, o eso dicen quienes lo conocían bien. Bebía para sentirse más cómodo. Pero ni siquiera es así de sencillo. Los escritores y poetas no deberían revelar tanto sobre sí mismos en público, y Thomas lo hacía, por ejemplo, cuando recitaba poemas que había creado en privado. Y cualquier escritor, en una entrevista, revela sus hábitos y métodos de escritura, si los tiene, porque se le preguntan, y desea mostrarse generoso.

El resultado es tan dañino para su creatividad, su cerebro, como una enfermedad cerebral. En mi opinión, J.D. Salinger hace bien al no conceder entrevistas, al no dar conferencias.»

Nº de páginas: 1256

Editorial: ANAGRAMA

Traducción: EDUARDO IRIARTE GOÑI

Idioma: CASTELLANO

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