Relectura. Como acostumbro a poner en las primeras páginas cuándo arranco con la lectura de los libros, este lo leí hace cinco años durante un viaje de vacaciones a Tenerife. Me ha generado más nostalgia que otra cosa y el ejercicio de revisitarlo se debe a que he leído recientemente «De qué hablo cuando hablo de escribir».
Muy Interesante y en su momento hice algunas anotaciones curiosas; ¿quién era yo hace tanto tiempo?
«Para los escritores mantenerse sin dificultades en el lugar donde deben estar es casi sinónimo de muerte creativa. Los escritores somos como ese tipo de pez que muere ahogado si no nada sin descanso.
Por eso admiro a los escritores que nadan incansablemente durante mucho tiempo. Tengo una lógica predilección por determinadas obras, pero la esencia de esa admiración reside en que ser capaces de mantenerse activos durante muchos años y ganarse un público fiel se debe a que poseen algo fuera de lo común. Escribir novelas responde a una especie de mandato interior que te impulsa a hacerlo. Es pura perseverancia y resistencia, apoyadas en un prolongado trabajo en solitario. Me atrevo a decir que son cualidades y requisitos fundamentales de todo escritor profesional…»
«En el futuro no habrá apenas colas: seguiremos pidiendo la cena y un café desde casa, nos conducirán coches autónomos y amables, pagaremos a otros para que esperen por nosotros… Será un mundo sin la tortura física de guardar cola. Será un mundo más eficiente y, en contra de su propósito, aún más aburrido»
Interesantísimo ensayo, crónica y diario… con reflexiones en las que habría que detenerse más a menudo. Muy recomendable.
No acostumbro a leer ensayos de filosofía y este me ha parecido brutal. Dí con él un poco de rebote, pero oye… nada puedo decir que haga justicia a todo lo que se expone durante la reflexión. Resumirlo sería dejarme en evidencia así que mejor disfrutadlo.
«Todos tenemos un amigo que trabaja de sol a sol por cuatro perras y que, en cuanto dispone de una semana y media de vacaciones, se marca un viaje exprés a Kuala Lumpur o se apunta a tres días de puenting en Camboya so pretexto de que hay que moverse, y peor todavía, perseguir tus sueños. Fácil es recordar la patética figura de Red Buttoms, el anciano vestido de marinerito que se ve inmerso en el insoportable maratón de baile de Danzad, dandaz, malditos, la célebre película de Sydney Pollack. Son aquellas personas a las que frecuentamos con cautela, porque su presencia nos resulta extenuante. Pero que lleven la diversión colgada del cuello, como si de una piedra de molino se tratase, debería llevarnos a preguntar de qué escapan. Rasguen un poco el telón y observarán que las poleas de la tramoya quedan rápidamente al descubierto. Jumpers, balconers, pornfoodies, erotómanos, cleptómanos y pirómanos comparten una ansiedad común. Naturalmente, el ave rapaz seguirá sobrevolando en círculos aunque traten de espantarla con movimientos apotropaicos. Solo hay, desde los tiempos de Sócrates, una medicina capaz de calmar este dolor. No se obtiene fácilmente pero es mano de Santo. Perder el miedo a la muerte es condición necesaria para gozar de la existencia…»